La curiosidad por descubrir cómo funciona el mundo (y por qué a veces no funciona) ha sido siempre el leitmotiv de mi vida. Cuestionar lo que todos dan por hecho y desafiar los límites que nos autoimponemos me ha llevado a recorrer caminos inesperados y encontrar lugares sorprendentes.

Las principales lecciones que he aprendido en estas aventuras son simples, pero poderosas: caminar liviano por la vida, no abandonar nunca mis sueños y convertir mi vida en una aventura permanente.

Los caminos que me han llevado más lejos han sido los que recorrí a través de la tecnología y las comunicaciones. Desde muy joven comencé a escribir y a trabajar con ordenadores, lo que con los años me llevó a crear mi primera novela, Rustic Metaverse, y a adentrarme en el mundo de la inteligencia artificial.

Hoy me siento afortunado de estar viviendo una de las etapas más trascendentales de la historia. Según líderes de la industria como Sam Altman, Dario Amodei, Ilya Sutskever, Demis Hassabis o Mustafa Suleyman, los cambios que veremos en los próximos años serán de los más profundos que haya experimentado la humanidad.

Ya pasamos el punto de no retorno. La IA crece y evoluciona de forma exponencial, integrándose en todos los ámbitos de nuestras vidas. Pronto veremos prodigios como la cura para enfermedades que hoy son incurables, el descubrimiento de nuevos materiales o el desarrollo de sistemas inteligentes que mejorarán nuestra calidad de vida.

Pero también debemos estar alertas. La IA puede tener efectos indeseados, como la pérdida masiva de empleos o su uso irresponsable y antiético.

La inteligencia artificial es solo una herramienta. No es buena ni mala por sí misma. Los efectos que tendrá en nuestras vidas dependerán de las manos que la utilicen. Muy pronto sabremos si esta tecnología llegó para ayudarnos a construir un mundo mejor… o para empujarnos a una crisis aún mayor.

Ahora, todo depende de cómo la utilicemos.